Guillermo
Barrantes
Barrantes
Sitio Oficial del Escritor
01
¿QUIÉN SOY?
Mi historia
El escritor de ciencia ficción no discierne simples posibilidades, sino posibilidades extrañas. No es un banal “¿Qué pasaría si…?”, sino más bien un “¡Dios mío, ¿qué pasaría si…?!”.
Si hay algo que me representa, no solo como escritor, sino también como lector, son esas palabras del gran Philip K. Dick, que para mi bien valen para todo el género fantástico. Son ese tipo de historias las que me atraparon desde mi infancia, y las que decidí contar a través de mi escritura. No me alcanzan los “¿Qué pasaría si…?”, necesito a alguien al filo del abismo, mirando hacia las profundidades y gritando “¡Dios mío, ¿qué pasaría si…?!”.
¿QUIÉN SOY?
MI historia
…un chico en una tarde gris y quieta. Entonces, arañando los límites del más puro aburrimiento, ese chico tuvo una idea: “¿y si creo mi propio mazo de cartas?”. Y luego de pensar esa pregunta, la tarde dejó de ser quieta y aburrida, aunque siguió siendo gris, porque el gris le gustaba.
Así comenzó todo… todo lo que respecta a mí, claro. Las “cartas” a las que me refería eran las de superhéroes, esas que venían con el dibujo del personaje, y abajo ciertas características como “Altura”, “Velocidad”, “Fuerza”, etc.
Aquella tarde, armado con mi caja de lápices de colores y un talonario de recetas médicas en blanco (mi mamá conseguía esos talonarios en el hospital donde trabajaba) hice diez o quince cartas, personajes totalmente inventados que antes no existían, y ahora estaban ahí, con sus propias características, inventadas también, pero no menos reales, para mí, que la fuerza de Thor o la velocidad del Hombre Araña. Oficialmente pasaron a llamarse “cartitas”.
Supe, de inmediato, que nunca dejaría de hacer eso: inventar. Primero fueron esos personajes, mal dibujados y no tan mal pintados. Después llegaron las historias.
Una de las primeras historias que escribí fue la falsa biografía de un personaje de las cartitas (creo que se trataba de “El mantel blanco”, quien básicamente era eso, un mantel blanco que, por razones que explicaba en la biografía, había cobrado vida). Y en ese momento me di cuenta que se me daba mucho mejor la escritura que el dibujo.
Entonces seguí escribiendo. Y elegí (o ellas me eligieron, todavía no lo sé) escribir el mismo tipo de historias que me apasionaba leer, escuchar, ver; esas que empezaban con una pregunta desesperada: “¡Dios mío, ¿qué pasaría si…?!”.
En aquella tarde aburrida y gris, no solo había creado un mazo de cartas… también había creado a Guillermo Barrantes.
¿QUIÉN SOY?
MI historia
Lo primero que puede llamarse “cuento”, lo mecanografié en una vieja máquina de escribir Olivetti que estaba en casa. Lo titulé “El día del resultado” y contaba el increíble viaje realizado por una nave terrícola hasta los confines del cosmos. ¿Quedó algo de aquel relato en mi obra editada? Podríamos decir que sí: aquel primer cuento lo protagonizaba un científico llamado Alexander Alexov. Dos parientes suyos, también dedicados a la ciencia, Rudolph Alexov y un tal Doctor Alexov II, aparecen en cuentos posteriores. Rudolph protagoniza “El círculo de Alexov”. Y el intrigante doctor es mencionado en “Mamuschka”. Ambos relatos forman parte del libro “Gritos lejanos”.
Cadete de carnicería, vendedor de cursos de computación, asustador de tren fantasma… tuve muchos trabajos, pero hubo uno que me llevó a un lugar muy especial: la casa de la palmera. Ubicada en la Capital Federal, a dos cuadras del Congreso de la Nación, se alza este caserón embrujado, o al menos eso es lo que dice uno de los mitos urbanos más conocidos de Buenos Aires. Y en ese lugar lleno de misterio yo hice algo tan poco misterioso como vender artículos de camping. Sucedió en el año 1994, cuando aún no cumplía los veinte años, y mientras esperaba las carpas, mochilas y bolsas de dormir que debía vender, el clima de la mansión me inspiró y detrás de una lista de precios escribí “La leyenda del invencible”. Aún no lo sabía, pero ese se convertiría, dos años más tarde, en mi primer cuento editado.
¿QUIÉN SOY?
MI historia
Me formé en el taller literario del gran escritor Marcelo Di Marco, donde terminé de aceptar el desafío de dedicar mi vida a contar historias.
Allá por el año 2001, después de la publicación de algunos cuentos más, en “Babel: realidad y ficción”, un programa radial que conducíamos con el periodista Diego Ruiz Diaz, y del que también formaban parte María Eugenia Cuevas y Romina Barroso, comencé a narrar leyendas urbanas (como la de la casa de la palmera) y pensé que sería buena idea llevar el espíritu de aquella sección del programa, al papel. Se lo comenté a Víctor Coviello, a quien ya conocía del taller de Marcelo, y entre los dos terminamos de darle forma a lo que se convertiría en Buenos Aires es leyenda, libro que editó Planeta en 2004 y al que le siguieron tres continuaciones, una edición corregida y aumentada, un bestiario bilingüe, y una edición especial para escuelas.
Mi primera novela, El temponauta (Enrique Enriquez y el secreto de San Martín), fue editada por Emecé en 2010. En ella me di el gusto de bucear en uno de mis temas preferidos: el viaje en el tiempo.
A estas primeras obras les siguieron más cuentos, más novelas, más bestiarios, ensayos, libros con finales alternativos, libros dedicados a los mitos y leyendas de todo el mundo.
Y hubo un momento en el que, acostumbrado a investigar misterios para algunos de mis libros, decidí investigar un nuevo enigma: ¿podría contar historias de otra manera? Y esa manera tenía que ver con otra pasión con la que crecí: el cine.
Así fue que estudié y me recibí de Realizador Audiovisual. Y me encantó escribir guiones para cortometrajes, como “Estornudo Mariposa”, que en 2013 ganó en su categoría el primer premio del Festival de Medios Audiovisuales Leonardo Favio; o para largometrajes, como “Ecuación: los malditos de Dios”, que con el apoyo del INCAA y dirigido por Sergio Mazurek, se estrenó en los cines argentinos en octubre de 2016.
Hoy continúo contando historias, a través de mis libros, mis guiones y mis narraciones. También doy talleres literarios, tratando de formar nuevos escritores.
Ah, y por supuesto, todavía sigo creando cartitas.